El pasado 6 de junio de 2015 Ana Paulina Gámez, investigadora independiente y profesora de la Universidad Iberoamericana, impartió una plática sobre la historia y usos de rebozos y cajas. Conocimos las teorías sobre el origen del rebozo y las técnicas de elaboración de las cajas de madera que se fabrican en distintas comunidades artesanales del país.
Gámez afirma que el rebozo no era una pieza prehispánica derivada del mámatl, usada para cargar niños. Más bien, tiene relación con el almaizar, una prenda mora que llegó al continente americano y a México, a través de los conquistadores de la península ibérica.
Para las mujeres del siglo XVII y XVIII, el rebozo no era una prenda de abrigo sino de recato, comentó la especialista, ya que funcionaba como símbolo de sumisión, tanto espiritual como ante los hombres. Con los rebozos las mujeres asistían a la iglesia para orar, de ahí que los españoles las llamaran prendas de pudor. Por esta razón, insistió Ana Paulina, los rebozos se hicieron originalmente en algodón y seda, y no de lana.
La investigadora aseguró que, aunque muchos afirman que Santa María del Río es la cuna del rebozo, la prenda tiene su origen en la Ciudad de México. “Solamente hay que ver en los archivos del Ayuntamiento la cantidad de ordenanzas que había para todas las artes decorativas y para todas las artes industriales para darse cuenta de que el centro más importante de manufactura de artesanía y de artes decorativas, hasta principios del siglo XX, era la Ciudad de México».
Para que un rebozo se considerara como tal debía estar estructurado por tres partes: la tela o cuerpo, que es lo que está tejido, y en los extremos el rapacejo y las puntas. Estrictamente, su diseño tenía que ser liso, rayado o jaspeado, de acuerdo con las leyes y reglas que se constituyeron durante el siglo XVIII para definir su elaboración.
Después de explicar cómo se usaban los rebozos (con ayuda de una modelo) y de mencionar quiénes son los actuales grandes maestros reboceros, Ana Paulina Gámez habló de las longitudes que deben tener los rebozos, de 1.5 a 3 metros, y sobre la ardua labor que implica el trabajo de las puntas, oficio que es llevado a cabo la mayoría de las veces por las «empuntadoras» o mujeres que se dedican exclusivamente a esto.
Siguiendo con el tema del ciclo «Cajas y rebozos», Ana Paulina Gámez señaló que para la producción de cajas, Olinalá, en Guerrero, es uno de los centros más importantes de manufactura de laca en el país, técnica con la cual se hacen bellísimas cajas con las aromáticas maderas de linaloe proveniente de esas tierras. Cabe mencionar que son precisamente las cajas producidas en Olinalá las que sirvieron tradicionalmente para guardar los rebozos.
Finalmente, la investigadora indicó que las cajas son un elemento que llegó con los españoles, pues los indígenas solían guardar sus pertenencias en ollas de barro, sellándolas con un pedazo de cuero y enterrándolas; por tanto, las cajas y sus llaves sustituyeron esa costumbre. La mezcla entre diversas culturas europeas contribuyó al desarrollo de técnicas para decorar la madera como la taracea, que consiste en incrustar otro tipo de material para formar diseños, tal como lo muestra el trabajo que en nuestros días hace el maestro artesano René Ángeles de la Ciudad de México.