Descendiente de reconocidos joyeros, el Gran Maestro William Vargas Rivera nace en 1970 en Santa Cruz de Mompox, una de las ciudades con mayor importancia durante la época virreinal en Colombia. Esta joya urbana ha conservado una tradición centenaria, que data desde la llegada de los mejores orfebres españoles a Colombia: la filigrana. Esta reconocida tradición árabe es realizada por los llamados orfebres que trabajan el oro con una valiosa habilidad que, por medio de un delicado proceso, lo transforma en piezas de joyería o piezas de índole ornamental.
El Maestro William Vargas comenzó el oficio orfebre después de haber probado la docencia, hace más de 15 años. Con un pequeño taller y un equipo de no menos de 10 orfebres, emprendió la fundación de una miniempresa, “Filimompox”; esta empresa debía distinguirse por su alta calidad en piezas de filigrana, dándoles el plus de ser originales y únicas, creadas en oro y plata y, haciendo uno de sus objetivos principales, la comercialización de estos productos en el mercado internacional. Hoy en día, su taller en plata es uno de los más grandes en Mompox y uno de los más visitados por los locales y turistas. Su originalidad se decanta en la exquisitez de sus productos: carteras, cinturones, joyería y piezas de decoración en formato grande, en las cuáles, según explica el Maestro, se nota más la creación y el arte de la pieza.
Los objetos producidos por el maestro William se trabajan a partir de un diseño único y original. Se prepara el metal en finísimos hilos, del grosor de un cabello, después se da paso al proceso de exactitud que requiere de gran habilidad manual para expresar físicamente aquello que se diseño como boceto en un principio. Los hilos se van uniendo de los extremos y después se entorchan a mano, friccionándolos en una tabla; con ello se procede a rellenar la pieza de diferentes figuras –caracol, zigzag, trenza, tomatillo y la tradicional roseta–. Después de haber soldado la pieza, ésta se blanquea para finalmente darle brillo.
Cabe destacar que el Gran Maestro William Vargas tiene una sincera preocupación por la protección del medio ambiente, señalando que, al fundir los materiales como el cianuro, el ácido nítrico y el muriático crean sustancias volátiles nocivas para la salud. Por ende, para reducir los efectos negativos de estos procesos, usa algo que llama “producción limpia” que retoma un proceso de brillo de sus antepasados por medio de productos como son el limón, la alumbre y el bicarbonato; los cuales sirven para blanquear y proporcionar brillo a las joyas.
Este Gran Maestro pertenece a una cooperativa fundada entre varios talleres que busca que la filigrana sea reconocida en todo el mundo. Ello le ha servido para actualizarse y adentrarse en la exportación de sus productos en pequeña escala a Europa y Estados Unidos.
Para este Gran Maestro, los artesanos son artistas por naturaleza y de su labor manual depende que cada pieza que generen sea única, original e irrepetible. El Gran Maestro William Vargas, a partir de esta idea, mezcla en cada una de sus obras tradición y modernidad, a través del uso de prácticas ancestrales y avances tecnológicos, con delicadez y laboriosidad.
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Fuente:
Grandes Maestros del Arte Popular de Iberoamérica, Tomo I
Coord. Cándida Fernández de Calderón, 2013.
Editado por Fomento Cultural Banamex, A.C.