La totora es un junco lacustre que abunda en los lugares pantanosos y puede llegar a medir hasta tres metros de altura. La cosecha de esta fibra se realiza en los meses de abril y mayo, periodo propio de su madurez y de mayor resistencia. Esta fibra vegetal acuática ha estado ligada a las distintas culturas naturales de Bolivia, Chile y Perú, siendo ocupada por las mismas con fines utilitarios para la fabricación de objetos de uso diario y, a mayor escala, para construcción.
Del lado boliviano del lago Titicaca, los habitantes de la isla de Suriki, lago adentro, y de Huatajata, población asentada en la ribera, conservan la tradición de construir balsas de totora (una fibra vegetal muy resistente), que les han permitido por centurias navegar las aguas del lago. Antiguos y modernos han hecho uso de estas embarcaciones para actividades pesqueras, de transporte y comerciales.
El fallecido Gran Maestro Paulino Esteban Cacasaca (1937-2016), originario de la Isla Suriki, en Bolivia, era considerado herencia viva de todo un pueblo experto en las técnicas de la construcción de balsas de totora. Al morir su padre, don Paulino se inició en el oficio –a los doce años– y, aunque obligado por las circunstancias, asumió con responsabilidad el papel de depositario y difusor de los conocimientos de dicha tradición e industria; transmitidos de generación en generación como marca la tradición comunitaria del pueblo aymara andino. El maestro artesano fue padre de cinco hijos, y Fermín, uno de ellos, se reveló desde muy joven como su seguidor más fiel y competente.
Fermín aprendió de su padre a ser muy cuidadoso al momento de elegir los tallos que utilizaría en la construcción de las balsas, porque recuerda: “sólo deben emplearse los de mejor calidad”. Los corta y los pone a secar al sol durante un mes, para posteriormente formar rollos –comúnmente conocidos como “chorizos”–. Clasifica los tallos por tamaños, dependiendo del trabajo que esté planeando realizar: balsas, prendas, esteras, muebles u otros objetos utilitarios. Decidida la pieza, se procede al armado utilizando para ello soga. Las balsas tienen dos años de vida en promedio, ya que la totora termina por absorber agua, provocando su descomposición. El maestro Paulino aseguraba que de joven era capaz de construir una balsa de cuatro metros en una semana.
Don Paulino desarrolló junto con su familia, en Huatajata, un pequeño centro artesanal donde, hasta la fecha se acogen visitantes nacionales y extranjeros. Los visitantes acuden a participar en esta iniciativa, junto con la comunidad, para aprender el uso de la totora y su historia dentro de la cultura aymara.
Como emblema, para identificar su obra, el maestro Fermín, al igual que lo hacía su padre, elabora un titi (puma andino) hecho de totora para instalarlo en la proa de todas sus embarcaciones. Además, tienen la costumbre de cumplir con los rituales tradicionales que se llevan a cabo antes de la botadura: una ceremonia de reverencia al lago Titicaca para asegurar la protección a los navegantes; comunión sagrada entre el hombre y la naturaleza.
Don Paulino, como artesano y constructor, obtuvo fama mundial después de su participación en la construcción del RA II, embarcaciónque cruzó el océano Atlántico con Thor Heyerdahl, reconocido antropólogo y explorador noruego, protagonista de múltiples expediciones científicas alrededor del mundo. Éste fue , sin duda, el proyecto más importante para el isleño y el que le dio mayor popularidad. En 1990, él y su hijo Fermín construyeron dos balsas para un museo danés. En 1996 comandó junto a otros la expedición Mata Rangi I, desde la isla de Pascua (Chile) hasta Australia. Después, en 1999, el Mata Rangi II partió desde Arica (Perú) para cruzar el océano Pacífico hasta llegar a las islas Marquesas (Polinesia Francesa). Con un peso de ochenta toneladas, treinta metros de largo, siete de ancho y cuatro metros y veinte centímetros de altura, ésta fue la embarcación en su tipo más grande jamás realizada, la cual hasta el momento no ha sido superada.
El Gran Maestro Paulino siempre expresó que se sentía alagado por el reconocimiento que le expresaba la población boliviana y el presidente Evo Morales, con quien pudo conversar sobre su vida y obra. Pero sobre todo, se sentía agradecido con el arte de la totora, por haberle permitido visitar varios continentes y conocer a tanta gente interesante.
Fuente:
Grandes Maestros del Arte Popular de Iberoamérica, Tomo II
Coord. Cándida Fernández de Calderón, 2013.
Editado por Fomento Cultural Banamex, A.C.