El traje de llanisca se considera una de las vestimentas más ricas en cultura y tradición de la región norte de España. Esta pieza artesanal esconde una tradición familiar que ha perdurado con el paso del tiempo: el traje pasaba de madres a hijas y según las modificaciones que se requirieran, estás se realizaban al mismo traje según la economía de la familia.
Durante el siglo XIX, en Europa se deseaba rescatar las vestimentas tradicionales como una forma de reivindicar las identidades regionales y así enaltecer los elementos particulares que tenía cada una de las culturas locales. Sin embargo, este traje típico nunca se dejó de usar; siempre fue visto como una vestimenta exclusiva de Llanes que, además de preservar sus tintes tradicionales, era una forma de ganarse la vida dentro de estas comunidades.
Con sus posibles orígenes en el año de 1837, el traje de llanisca se presenta actualmente como una representación de lo folclórico, de lo campesino, más propiamente de lo rural. A través de esta preservación, se recupera el canon de la idea de campesino, como reducto del pasado, que conserva los tópicos clásicos de la idea romántica del mito y la pureza. Se atesoran los elementos que esta imagen de campesino brinda: el origen, los ideales del pasado, el habla, los conocimientos ancestrales y, por ende, la vestimenta.
El traje de llanisca es propiamente el traje que utiliza la mujer y el de porruano es el traje para los hombres. Este tipo de vestimenta se ha identificado con los atuendos que son utilizados por los campesinos de esta región asturiana. Las fiestas tradicionales siempre son el escenario perfecto para que la gente de Llanes haga uso de su indumentaria ancestral, no obstante, la población de esta demarcación de España siempre ha considerado este vestido parte de su costumbre, siempre ha estado presente en la vida cotidiana.
En Llanes y sus alrededores es sabido que los mejores trajes de aldeana se pueden encontrar en el establecimiento de la Gran Maestra María Teresa Blanco González (1942), que cuenta con más de cuarenta años de experiencia dentro del ámbito.
De manera fortuita, la Maestra se inició en el negocio de la indumentaria tradicional de Llanes, ya que al realizar los trajes de llaniscas para sus hijas se dio cuenta que de este arte podía sacar un futuro profesional. Primero en su domicilio, después en un pequeño local, hasta llegar a la tienda actual de venta y alquiler de los trajes tradicionales de Llanes. En su negocio, además de realizar pedidos de venta, alquila la vestimenta –para aquellos que sólo la requieren por un periodo corto– y realiza el mantenimiento de prendas; además de ofrecer cursos de elaboración y uso de trajes.
Para la confección de un traje de llanisca, se comienza por cortar la pieza de terciopelo en la talla requerida; posteriormente, se marca con el diseño elegido (cada pieza es única y original; no existen patrones y el dibujo es parte de la creatividad del artesano). Se borda el diseño con corales de cristal color azabache; cada uno de los corales va cosido uno a uno según el dibujo; esta es una parte que requiere gran concentración. Se salpican los huecos del bordado con unas piedritas llamadas “tachas”, por eso a este proceso se le denomina “tachado”. Se elaboran la red y los “pingos” del fleco de la solitaria, enhebrando o ensartando los corales. Se cose el fleco a la pieza de terciopelo bordada y se remata con forro y puntilla.
Los diseños de esta Gran Maestra respetan las formas tradicionales del bordado minucioso y la utilización de materiales de calidad. Explica que su gran satisfacción se debe al agradecimiento de sus clientes por su trabajo y a la forma en que estos portan con orgullo los trajes tradicionales en las fiestas locales.
Fuente:
Grandes Maestros del Arte Popular de Iberoamérica, Tomo III
Coord. Cándida Fernández de Calderón, 2013.
Editado por Fomento Cultural Banamex, A.C.