La elaboración de joyas es un oficio artesanal al cual los Grandes Maestros ha dedicado sus vidas enteras con gran pasión y esmero. Gracias a su esfuerzo han logrado hacer piezas que deslumbran por su belleza y que demuestran sus habilidades técnicas. A continuación presentamos las joyas más admirables de los Grandes Maestros de Iberoamérica acompañadas de un breve contexto que ayudará a entender la importancia del trabajo de cada uno:
El Gran Maestro Lorenzo Antonio fabrica las piezas de joyería mapuche más reconocidas: el collar de mostacillas, la trapelakucha (pectoral colgante), el trarilonko(cintillo que se usa en la cabeza), el sikil (alhaja pectoral colgante más fina), el tupu (alfiler) y el chawai (aros), todas ellas prendas que tienen un fin ceremonial. También confecciona collares y broches de uso ornamental, que son miniaturas de las piezas ceremoniales.
Lorenzo Antonio es originario de la localidad Padre de las Casas y se ha dedicado a elaborar joyería mapuche por más de treinta años. Desde muy joven aprendió esta labor con su hermano y posteriormente enriqueció sus conocimientos en la Escuela de Orfebrería de la Universidad Católica de Temuco.
Las piezas de joyería mapuche son prendas sagradas altamente simbólicas que representan un sistema mágicoreligioso referente a una cosmovisión ancestral. La platería mapuche nació a fines del siglo XVIII cuando la población indígena comenzó a reunir las monedas de plata que circulaban como resultado del comercio de animales que se realizaba en los territorios fuera de la cordillera. De este modo, les dio por fundir y forjar esa plata para transformarla en piezas ornamentales y sagradas. Ésa fue la época de mayor auge para la platería mapuche; sin embargo, a principios del siglo XX dejaron de producirse las monedas de plata y empezaron a circular otras de níquel, cobre y bronce. Para el retrafe (platero) mapuche resultaba difícil adquirir el metal en los mercados dedicados a su venta y la platería mapuche comenzó a decaer hasta casi desaparecer.
Hoy en día, gracias a artesanos como Lorenzo Antonio, el oficio continúa con vida. Sus piezas son de una belleza inigualable y conservan la cosmovisión mapuche que alude a los espíritus de la naturaleza. De igual modo, su trabajo destaca porque todo el proceso de producción lo realiza a mano, sin la ayuda de ningún tipo de tecnológica moderna. De hecho, él mismo fabrica algunos de los cinceles y cuños que emplea en su labor. Si algo distingue a este maestro artesano es la calidad de su trabajo.
La obra del Gran Maestro ecuatoriano Jorge Moscoso está integrada de aretes, collares, pulseras y anillos en filigrana con aplicaciones de piedras cuyos diseños son retomados o rescatados de antiguos modelos. su especialidad es la creación de joyas de oro de 18 quilates aunque también elabora algunas piezas de plata para sus clientes.
Jorge Moscoso vive en la ciudad de Cuenca, donde la joyería es reconocida como una de las mejores del país. A los diez años conoció el trabajo de un experto joyero, y a partir de la observación le surgió una enorme pasión por el trabajo de los metales. Elaboró su primer pieza con plata y poco a poco llegó a su vida “un toque de arte” –como dice él– que le otorgó la creatividad que hoy distingue sus diseños. Posteriormente obtuvo el título de Maestro en Taller de Orfebrería, expedido por el Ministerio de Educación y Cultura y la Asociación de Joyeros del Azuay.
Mompox, Colombia es una ciudad colonial que floreció gracias a su orfebrería. Ahí son célebres las joyas de la Gran Maestra Elisa Trespalacios, quien elabora filigrana a partir de finísimos hilos de oro o plata.Sus piezas se caracterizan por su excelente manufactura y porque demuestran la habilidad y paciencia que Elisa tiene para trabajar los metales.
Elisa continúa la tradición orfebre de sus abuelos. De su padre aprendió todo lo que ahora sabe y heredó su taller que tiene más de medio siglo. Su padre fue uno de los joyeros más importantes y reconocidos en la técnica de la filigrana a quien el gobierno le otorgó la primera Medalla a la Maestría Artesanal concedida por Artesanías de Colombia.
La inspiración de Elisa ha sido la naturaleza; por eso, en sus diseños siempre aparecen flores y animales, imágenes con las que creció en su ciudad natal y que ella misma reproduce gracias a su habilidad para el dibujo. En tiempos recientes, su materia prima, el oro, está escaseando, por lo que debe trabajar más con plata, aunque ello de ninguna manera demerita la calidad de sus piezas.
El Gran Maestro mexicano Patricio Espinoza Vázquez elabora joyería de filigrana en oro que remata con piezas de ámbar, material que abunda en Chiapas, el estado de donde es originario. Sus piezas su imaginación y talento le han permitido inventar modelos de toda clase de ornamentos: collares, pulseras, prendedores o simplemente figuras para adornar.
Patricio es hijo de un célebre joyero nombrado Gran Maestro del Arte Popular en 1996. Cuenta que a los ocho años empezó a conocer la filigrana y que a los trece años ya era considerado un orfebre en la materia.
Para realizar filigrana Patricio prefiere el oro a la plata y él mismo lleva a cabo el proceso completo de confección de las piezas: diseñar en papel, fundir el metal, hacer los hilos del grosor de un cabello y rellenar con ellos el alma de la pieza, bordando y entretejiéndolos en distintos estilos, y soldar la pieza con habilidad de tal manera que la soldadura pareciera no existir.
La joyería del Gran Maestro Gilberto Jara consiste en filigranas de oro y plata que destacan por su belleza y perfección. Con su imaginación y sus manos va tejiendo, con hilos de oro o plata, tréboles, orquídeas, floripondios hasta formar coronas, cofres, anillos, aretes, adornos, floreros y un sinfín de piezas.
Don Gilberto comenzó este arte hace poco más de setenta años, cuenta que en Chordeleg, provincia del Azuay, Ecuador, salía de la escuela y en las tardes o durante las vacaciones se dedicaba a aprender. Hoy en día es un gran promotor de su oficio y por ello insiste: “Este arte no termina conmigo ni tampoco terminará en Chordeleg, puesto que aquí ha sido milenario el arte de la filigrana”.
Las joyas del Gran Maestro Alejandro García Cruz combinan la belleza del trabajo en plata con sus símbolos culturales mazahuas, donde destacan figuras como el venado, la paloma y la luna. La figura de la paloma es la protagonista de sus joyas, la cual tiene una gran carga simbológica en su etnia, siendo una representación de la soltería si está sola, y del matrimonio cuando se trata de dos palomas juntas. Entre sus joyas también sobresale la figura del venado, ya que “mazahua” significa “la gente del venado”.
El maestro Alejandro se sintió atraído por la orfebrería desde niño cuando observaba cómo su padre, Faustino García Ruiz, y su tío –Gran Maestro del Arte Popular Mexicano de Fomento Cultural Banamex desde 1996– Gregorio García Ruiz, aplicaban las técnicas de la plata laminada con el martillo y el cincel, la filigrana y el repujado. De este modo, fue aprendiendo en un proceso de prueba y error. Su empeño y dedicación se vieron recompensados cuando en el año 2010 cuando ganó el V Premio Nacional de la Plata en el área de Joyería Artesanal.
Aretes y pulseras, prendedores de corbata y otros objetos en forma de arpas, abanicos, flores, hojas, coronas y campanas, fueron hechos por el Gran Maestro nicaragüense Enrique Gómez, quien adquirió gran fama en todo el país por la belleza de sus piezas bordadas y tejidas por sus manos con finísimos hilos de oro y plata.
Don Enrique (1926) nació en Bluefields, poblado del antiguo departamento de Zelaya y a los catorce años aprendió a hacer joyas de filigrana. A los treinta años se mudó a la capital del país y ahí se empleó de inmediato en una reconocida joyería de la Vieja Managua: La Princesa. En 1964 empezó a trabajar en la joyería Garzón, donde desarrolló, durante cuarenta y seis años, su maestría y creatividad haciendo verdaderas obras de arte que le dieron renombre nacional al establecimiento. Hoy don Enrique ya está retirado y ha dejado de ejercer el arte de la filigrana; no tiene ya la fuerza y la habilidad manual que se requieren para ello. Recuerda con melancolía la labor a la que dedicó su vida pero conserva con alegría los modelos que le permitieron dar vida a sus creaciones.
El Gran Maestro brasileño Darionaldo do Nascimento elabora todo tipo de ornamentos pero su especialidad son las balangandas. Éstas son piezas tradicionales hechas de plata, y en forma de aro, de las que cuelgan múltiples figurillas e imágenes de frutos, animales, flores e instrumentos musicales. Su origen ancestral ya que son producto del sincretismo religioso y cultural que se dio en Brasil a raíz de la Conquista portuguesa. Se relacionan a los cultos afrobrasileños y en el pasado las esclavas los usaban colgadas en la cintura, probablemente como amuletos.
Las balangandas de este gran artesano son fabricadas a partir de una aleación de plata y cobre, con lo que se obtiene un material más consistente que, mediante un cincel, labra y graba magistralmente con diseños inspirados en piezas antiguas. De los pequeños elementos que cuelgan de la argolla principal, unos de los más simbólicos y significativos son las figas, un amuleto con la forma de una mano cerrada que tiene el pulgar metido entre el dedo índice y el medio. Darionaldo fabrica estas pequeñas manos en madera tropical, recubre las muñecas con plata labrada y, además, incrusta este metal en las uñas de los dedos.
Darionaldo, mejor conocido como “Fanta” vive en Salvador, en el estado de Bahía. Si bien el maestro no profesa creencias religiosas de origen africano, gracias a su trabajo se preserva y difunde esa cultura y el arte de un oficio con raíces ancestrales. De ese modo, además de asegurar la supervivencia de las tradiciones ancestrales, maravilla con sus piezas a todos los que acuden a su taller a admirar y comprar.